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Quiero emborrachar mi corazón

La marca mendocina Entre Dos lanzó una línea de alfajores con sabor a whisky, cognac y ron.

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Los adolescentes, que acostumbran embriagarse y conocen muchos modos de hacerlo, tienen un juego que consiste en embeber gomitas en vodka y matar con eso dos pájaros de un tiro. Esta práctica lúdica y/o dipsomaníaca pone el foco en la relación entre las golosinas y el alcohol, una relación que la ANMAT se encarga de regular, no sin algunos vacíos legales. Hay bombones de licor en el gran acervo golosinero nacional: las Licoritas, de Felfort, y el Cabsha, de Arcor, son dos ejemplos emblemáticos, aun cuando la mayor parte de sus consumidores son niños. En 2014, como testimonia una nota del periódico La Capital de Mar del Plata, detuvieron a un taxista por conducir “ebrio”: había consumido un Cabsha y el control de alcoholemia dio 0.09 ml. de alcohol en sangre. En lo que hace a los alfajores la legislación no es explícita, pero el Código Alimentario no incluye a las bebidas alcohólicas dentro de los aditivos permitidos en el dulce de leche.

Ahora Entre Dos, la marca más conocida de Mendoza, acaba de lanzar una línea de alfajores “espirituosos”, elaborados con esencias de ron, cognac y whisky. Pero hay que hacer, entonces, la advertencia —que no es un reproche—: no tienen alcohol real. Ni un poco. Eso sería bastante delirante. (Los que todavía anhelen alfajores con alcohol, deberán hacerlos manualmente o buscarlos quizá en algún local perdido de la Costa Atlántica).

Entre Dos de whisky.

La fama de los alfajores Entre Dos no es infundada. En 2017, Catador de alfajores integró el jurado del concurso de la Fiesta Nacional del Alfajor (que se hizo en La Falda) y puede dar fe de que el alfajor Entre Dos de dulce de leche y chocolate hizo méritos para alzarse con el primer premio. Tienen una cualidad los alfajores Entre Dos que es difícil de hallar: personalidad. Su misma apariencia es bastante singular: alfajores como destartalados, excesivos, con dulce de leche sobrando a los costados. La imperfección y el exceso son dos grandes virtudes en el siglo XXI.

La variedad con esencia de cognac.

Técnicamente hablando, lo que distingue a los alfajores Entre Dos —tanto a la nueva “trilogía” como a los preexistentes— es su dulce de leche, columna vertebral de un alfajor que edifica alrededor de este núcleo extraordinario. (Como a Messi, a un buen dulce de leche hay que saber acompañarlo). Se trata de un dulce de leche no líquido (de hecho, un poco pastoso), pero con una rara capacidad expansiva que hace que, ante la más mínima presión, se propague. En la práctica, este rasgo se traduce en una veloz conquista del paladar (digamos) y el sentido olfativo-gustativo, al tiempo que las muelas trituran los toppings (una palabra moderna que importamos del léxico de la crítica de hamburguesas) y la cobertura, que es de baño de repostería, pero tiene un grosor, una crocancia y un sabor suficientes como para cumplir meritoriamente su papel, que es secundario.

La variedad con esencia de ron.

Porque el alfajor Entre Dos gira en torno a su dulce de leche, a su textura envolvente y su dulzura profunda. Y en cuanto al lugar de las esencias “alcohólicas”, son eso: esencias; incapaces de constituir materia por sí mismas, requieren de una base sobre la cual operar. Y como en este caso la “base”, el dulce de leche, es excelente, su acción surte efecto, se dejan sentir, pese a la dificultad de diferenciarlas. Tienen cierta gracia, en suma, aunque sean más que nada una buena movida de marketing, la novedad que habilita a la marca a comunicar con bombos y platillos el lanzamiento de una nueva línea de alfajores. En todo caso, no muy distinta a la anterior, pero tan buena como ella.