Si hacer un buen alfajor de chocolate negro es una tarea compleja y con muchos aspectos que atender, mucho más difícil debe ser confeccionar un buen alfajor de chocolate blanco, por cuanto el chocolate blanco es, de por sí, más modesto y empalagoso.
Estas limitaciones se hacen evidentes en el Bonafide. Dijimos que el negro era un muy buen alfajor (¡nos acusaron de estar publicitándolo!). Bueno, el blanco no lo es tanto.
Si bien comparte hasta cierto punto el equilibrio y la buena consistencia de la versión oscura, tiene algunos defectos. Por empezar, su cobertura empalaga, a pesar de que está muy bien si tenemos en cuenta que no es de chocolate genuino.
Pero el gran problema radica en su galletita, que es demasiado seca. Tal vez esto se debe a las condiciones de conservación; en última instancia, al azar. No lo sé. Pero al alfajor lo afecta profundamente. Genera la sensación de que tiene menos dulce de leche, que por otra parte es tan bueno como en el alfajor negro, pero se ve mucho más opacado, dada su cantidad, que es bastante moderada.
¿Con qué alfajores podemos cotejar el Bonafide? Con el My Urban, por ejemplo, con el Alfapampa, con el Bagley. En estos casos, no es demasiado superior. Tanto el My Urban como el Alfapampa son más voluminosos y tienen más dulce de leche, a pesar de que su calidad es menor. El Bagley tiene otro gusto, mucho más singular, amén del maní, y una calidad semejante.
La diferencia notable que separa al Bonafide negro de alfajores de precio similar en este caso no existe. Si imaginamos que la resequedad de la galletita es una excepción, que el alfajor no suele ser así, entonces el Bonafide blanco es sin duda una buena opción, más rica aunque menos voluptuosa que sus contrincantes. Si, en cambio, asumimos que la sequedad es parte de su esencia, entonces no tiene mucho que dar.