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Cuando sea grande quiero ser un Cachafaz

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Alfajor La Aldea. ¿Qué tul? Por empezar es raro que el nombre de un alfajor esté compuesto por dos palabras. ¿Cómo le decís al kioskero? ¿“Me das un La Aldea”? (Aunque, a decir verdad, lo compré en el mercado de la vuelta de mi casa, del cual creo haber hablado ya, que tiene algunos alfajores curiosos). Pero ésta no es una única rareza del Aldea (así le vamos a decir).

Esta reseña sería muy distinta si yo no hubiera probado y analizado tan minuciosamente el Cachafaz, del cual el Aldea es, atención, una copia. De esto no pueden quedar mayores dudas: todos sus componentes se le asemejan en algo. Por eso es un caso tan interesante. Veamos.

Apelando a un recurso que ya creímos reconocer en el Jorgito, que pesa 5 gramos más que el Terrabusi, el Aldea pesa 65 gramos (257 calorías) y 60 el Cachafaz. Quizá ésta sea la única diferencia voluntaria.

Los parecidos, en cambio, comienzan en su mismo aspecto exterior. Su envoltura es, como en casi todos los alfajores con aires de superioridad, de papel y con estrellitas en relieve. La diferencia es que este papel es mucho más ligero, anticipo y símbolo del alfajor per se. Supongo que se venderá también en Brasil, porque como en este tipo de productos cosmopolitas, su descripción está tanto en español como en portugués. Su fábrica está, según dice en el paquete, en Caseros.

¿Recuerdan esa cobertura bien sólida del Cachafaz y eses relieve como de olas en su superficie? Bueno, también está acá, aunque reflejado con un poco más de desprolijidad.

Muy sorprendente resulta la similitud en los dos aromas y, más aún, la similitud de los chocolates en todas sus cualidades. El chocolate es el mejor logro del Cachafaz y lo es también, porque la imitación es muy fidedigna, en el Aldea. Debo admitir que me costaría distinguirlos: tanto su sabor como su grosor (aunque sólo en la parte de arriba; en la de abajo escatiman) se parecen mucho. Partiendo de esta base es muy difícil que las cosas salgan mal. Su gran sabor, su gran olor y su gran forma de quebrarse le afanó La Aldea al chocolate del Cachafaz.

El resto de los componentes también desean parecerse, pero no lo logran con tanto éxito. De hecho, la masa termina siendo un fracaso estrepitoso. Lejos de ese polvo húmedo en que se convertía la galletita del Cachafaz al ser amasada por nuestra afortunada lengua (hot), ésta se parece más a una lija, y a una lija insípida. Si no arruina al alfajor es porque su cantidad es mínima, al igual que, de nuevo, en el Cachafaz.

Lo del dulce de leche es todavía más raro. Como habrán visto en las fotos, tiene un color mucho más claro que la mayoría. Su cantidad, por otra parte, sí es enorme, similar a la del Cachafaz. Pero su gusto y su color recuerdan a la mezcla de la chocotorta, y también su consistencia: es cremoso, suave, discreto. Tal vez no sea la opción más conveniente para un alfajor, porque los alfajores deben tener dulces de leche vigorosos y protagonistas. En última instancia, termina dejándole más lugar al chocolate, y mal no resulta, aunque la sensación final no es tan duradera ni tan gratificante como en un Cachafaz auténtico.

Lo cierto es que el Aldea es un alfajor desequilibrado, el extraño resultado de una imitación un tanto grosera. Si es una buena opción, es en la medida en que es más barato que el Cachafaz y podría llegar a ser más atractivo (por su chocolate, más que nada) que los alfajores de su mismo precio. Pero, en definitiva, no deja de ser una copia, y no supera a su modelo en ningún aspecto. Además de la condena que merece por no ser más que una imitación.

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