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Desde que anuncié que tengo un blog de alfajores, como una bendición, la gente comenzó a regalarme ejemplares curiosos de los lugares que visitan. Así fue que me llegó una cantidad bellísima de alfajores de Villa Traful, Neuquén. Lo lindo de este país es que cada región hace los alfajores a su manera, y no hay nada más emocionante que probar y comparar.

En este caso voy a hablar de dos marcas, Del Montañés, recomendados por Martina en Twitter, y Benroth. Empezamos por los blancos.

El Montañés es muy rico: nada empalagoso, con una galletita muy húmeda y sabrosa, de un gustito que remite al de las típicas tapas de alfajor que pueden comprarse, solas, en el supermercado.

Es del estilo del Bagley, aunque el Montañés lo supera por mucho, tiene más dulce de leche y su cobertura es de chocolate real, fresco, y crocante. Muy buen alfajor.

El Benroth es un alfajor singularísimo e impresionante. Su textura es muy blanda y rara, porque básicamente consiste en dulce de leche. Y lo digo como algo bueno.

Todos sus sabores son muy intensos: desde la cobertura, de un gusto profundísimo, similar al del chocolate Milka, aunque mejor, hasta la capa loca de dulce de leche cremoso y potente. La galletita también tiene mucho gusto. Es re empalagoso, obvio, pero es buenísimo; le pelea cuerpo a cuerpo al Cachafaz y creo que hasta lo supera.

Tienen una fábrica en Villa La Angostura y otra en Bariloche.

El Montañés negro se destaca por su gran contraste entre una galletita crocante y un dulce de leche muy liviano, casi líquido (onda Chimbote, pero no tan aireado), pero aun así con muchísimo sabor. De los más ricos que he probado, y fíjense qué hermosísima cantidad.

Alfajores Del Montañés. ¡Mirá eso, hermano!

Pero, del otro lado, una cobertura sorprendentemente mala e insípida, de repostería probablemente, neutraliza todo lo extraordinario del dulce de leche.

En cambio, a la cobertura del Benroth, de chocolate semiamargo (así lo indica su envoltorio), poco se le puede reprochar. Es amarga en serio y se hace notar.

Se accidentó un poco, pero el sabor está intacto.

Y observen esa capa de dulce de leche, tan generosa como la anterior. Es cierto que no está tan bueno como el del Montañés: es más denso y empalagoso. Sin embargo, el Benroth está a la altura de los grandes alfajores.

Pero Benroth también fabrica alfajores de frambuesa y de mousse de chocolate. Debo admitir que siento un poco de aprensión por los alfajores de fruta, pero en este caso la combinación es exquisita.

Una cobertura crocante de un chocolate con leche riquísimo, una galletita excelente humedecida con licor y una gran capa de dulce de frambuesa con mucha semillitas y sabor intenso.

Suena medio pretenciosa, de todos modos, las lista de ingredientes que menciona el envoltorio: vodka, gin, rhum, almendras, dátiles (¡!), menta, mandarina, etc. ¿Guiensó? Yo más que frambuesa, licor y chocolate no percibí. E igualmente está bárbaro.

La fecha de vencimiento es un invento del capitalismo.

De todo, el alfajor de mousse es lo más flojo. Lo más curioso es la cantidad de licor que tiene: el gusto del mousse es muy bueno, amargo y fuertón. Pero su consistencia es rarísima: densa, pastosa, poco agradable al tacto.

La cobertura es de chocolate con leche y, otra vez, es muy rica. Y si bien la textura del alfajor no es del todo buena, no está muy por debajo del Cachafaz o del Havanna. Es un buen alfajor, ¡y el licorcito siempre es destacable!

En definitiva, dos marcas interesantísimas. Alfajores de muy buena calidad con combinaciones excelentes. El dulce de leche del Montañés negro es una locura. Y todos los Benroth, exceptuando tal vez al de mousse, que no es tan bueno, forman parte de la lista de alfajores que todo ser vivo debería probar.

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