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El alfajor apócrifo

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Si la memoria no me falla, el Caicayén es el primer alfajor que nos recomendaron en Twitter. O eso creíamos, hasta que le mostramos nuestro ejemplar a Cítrico Cítrico… Él se refería a uno que venía envuelto en papel metalizado. Pero en el kiosco que me vendió este alfajor, de papel metalizado sólo había Caicayén de fruta. Por otra parte, una búsqueda en Google de esta marca oscura arroja sólo unos pocos resultados confusos. ¿Qué misterio se esconde detrás del misterioso Caicayén? No sé, por lo pronto les cuento del ejemplar que conseguí.

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60 gramos. No sé cuántas calorías.

Su envoltorio transparente, seductor, deja ver una linda capa de dulce de leche. Sólo la galletita superior está cubierta de baño de repostería y pequeños trozos de maní —amén de una fallida salsa de dulce de leche— coronan el alfajor.

Pero, a pesar de lo promisorio de su aspecto, el Caicayén no es realmente bueno. Su sabor está un poco flojo: demasiado dulzón e inconsistente.

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El primer problema está en la cobertura. Es cierto que es gruesa, crocante y que el poco maní que la recubre le sienta bien. Ok, en cuanto a textura, está perfecta. Pero todo eso no quita el hecho de que sabe a chocolate de mala calidad.

La galletita es el principal artífice del sabor dulzón. Su gustito como a alfajor santafesino (del estilo del Sin Culpa), su grosor y su sequedad la ubican en primer plano, opacando los otros elementos.

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Del dulce de leche habría que decir que, aisladamente, es muy interesante. Tiene mucho de mousse, es cremoso y muy suave. Pero ante galletitas tan imponentes, se hubiera destacado más un dulce de leche intenso. Por otra parte, la capa tan tentadora que veíamos por fuera no es, finalmente, en un corte transversal, tan atractiva.