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El otro día me llegó, a modo de milagro de navidad yanqui, una cantidad irrisoria de alfajores Fantoche triple, de minialfajores Fantoche y de unas nuevas galletitas que acaban de lanzar, las “chocodonas”. Cinco cajas repletas de nuestra golosina favorita. Vaya nuestro agradecimiento.

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Antes que nada decidimos analizar el alfajor glaseado triple, del cual tenemos una buena cantidad de muestras.

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Por lo que sabemos, son apenas dos los triples glaseados del mercado bonaerense: el Jorgelín amarillo, que ya comparamos con el Vauquita doble, y éste.

En ambos casos se trata de dignísimos alfajores de subsistencia, es decir, alfajores que llenan y son, al mismo tiempo, modestamente ricos. Difícil encontrar dos ejemplos mejores.

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Una de las grandes fallas del Fantoche se evidencia al abrirlo, o quizá al palparlo. Es extremadamente frágil. De hecho, recomiendo enérgicamente que, si van a clavarse uno de éstos, lo hagan en el espacio público o, como mucho, en patios, terrazas o sobre el lavabo. La cantidad de migas que produce es infernal, y no bien uno empieza a manipularlo, se deshace casi por completo. Precaución.

Esto incide negativamente en lo que es propiamente su sabor. Generalmente la cobertura, sobre todo por su dureza, juega un rol clave en la experiencia general. Salvo en los alfajores de mousse, suele ser el componente crocante. Logramos cazar un fragmento de glaseado y comprobamos que el Fantoche no es la excepción, ¡pero debería quedarse en el alfajor, queridos fabricantes! Por lo demás, es bastante rico. Tiene un sabor elemental a azúcar y a limón. Una pena que se desprenda con tanta facilidad.

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Y a pesar de esto, la gran virtud del Fantoche sigue siendo su consistencia. Parece un bizcochuelo: es blando, esponjoso, húmedo. No tanto, sin embargo, como el Jorgelín, cuya frescura es prodigiosa. Pero sigue siendo muy bueno.

Su galletita es bastante peculiar, porque sin tener el sabor de un alfajor santafesino, muestra mucha personalidad. Si digo que su gusto se asemeja al de la harina cruda creerán que es malo, pero en realidad es verdaderamente rica. Mejor que la de alfajores mucho menos populares.

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Tal vez el problema radique en el dulce de leche: si bien es oscuro, tiene una textura y una cantidad muy aceptables, se fusiona bien con las tapas, su sabor es un tanto opaco, oscuro; le falta dulzura o brillantez, todavía más si tenemos en cuenta que, ante la ausencia parcial de su cobertura, su sabor es el predominante.

Un dato curioso: al igual que el Jorgelín, tiene pedacitos duros de algo como coco, pero que no es coco. De todas maneras, insistimos, su rival de envoltorio amarillo lo supera en todos los aspectos, y sobre todo en la cobertura, que por lo pronto no se deshace instantáneamente.

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Así y todo, el Fantoche es un clásico alfajor de pueblo: modesto pero rico, sin excentricidades, y con una gran capacidad para saciar. Ojo, no son cualidades que puedan conjugarse fácilmente, y además son las más nobles que un alfajor puede ostentar.