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Un homenaje al género

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Cierta aprensión hacia lo nuevo, cierto tradicionalismo, me conducían instintivamente a desconfiar del alfajor Bonafide. Son varios los casos de marcas que, pretendiendo fabricar un alfajor novedoso, más bien mancillaron el género. ¿Por qué iba yo a otorgarle mi voto de confianza a una empresa en cuya lista de prioridades la de confeccionar un alfajor se hallaba tan relegada? ¿Por qué ahora, Bonafide?

Tampoco podía olvidar, de todas maneras, la gran calidad y el buen criterio que caracteriza a la mayoría de los productos de esta empresa, empezando por el Nugatón y siguiendo por los Vizzio, las rueditas, etcétera. ¿Pero por qué ahora, Bonafide? No lo sabía entonces y no lo sé ahora.

50 gramos, 194 calorías.

Sí sé, en cambio, que el alfajor de chocolate negro Bonafide es una gran creación. Y no sólo eso, sino que denota un profundo conocimiento de la esencia de tan noble golosina, por cuanto que se toma las licencias necesarias para imprimirle originalidad.

El Bonafide es un alfajor equilibrado, fino y de excelente calidad. De los que están bañados en repostería, debe ser uno de los mejores. Es cierto que es más pequeño que lo habitual, y que a simple vista pareciera ser demasiado chato y extraño, pero veremos que todo tiene su razón de ser.

En general puede reconocerse un buen alfajor al sostenerlo, al recorrerlo con los dedos, al percibir su color y su textura. Hay algo en él de acabamiento; es un alfajor redondeado y pulido.

Pero eso sí: su cobertura es de repostería. Sin embargo, tranquilamente podría confundirnos. Es tal vez la mejor del mercado. Sabrosa, amarga, de buen quiebre y gran grosor. Usualmente éste es el componente en el que más escatiman los alfajores medio pelo; un buen baño de repostería posiciona al alfajor muy por encima de la mayoría.

Del dulce de leche pueden prodigarse elogios análogos: su grosor es bueno, pero sobre todo es riquísimo, muy suave, de una calidad pocas veces igualada. Y se combina con la galletita maravillosamente; es una fusión al mejor estilo Capitán del Espacio, o tal vez mejor. Porque las tapas también tienen lo suyo: son muy húmedas y muy livanas, semejantes a las del Cachafaz pero un tanto más gruesas.

La experiencia global es, se imaginarán, poco menos que brillante. Bonafide enlaza sabores con delicadeza y maestría: inventa un alfajor cuidado como pocos. En él todo es armonía.

No revoluciona la industria. No supera ni a un Havanna ni a un Cachafaz, sobre todo por su cobertura. Pero ofrece una de las mejores relaciones precio-calidad y puede llamárselo obra maestra en todo lo que compete a calidad y a configuración.

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