Rasones para escribir como qería Sarmiento

El deseo de inchar las pelotas es, según opino, uno de los impulsos más creatibos qe puede aber. Bajo esta forma, la del impulso confuso, se suele esconder una intuisión mui sabia para detectar i desestabilisar lójicas tan arbitrarias como institusionalisadas, transformadas en Ábito, i por eso mismo, inbisibles. Después ai modos de inchar las pelotas qe se buelben conductas sociales, son cooptadas ellas mismas por el Ábito. Pero el primero qe empesó con lo de “no te toco no te toco el aire es libre” tubo qe ser un berdadero jenio.

Giado pues por este impulso, al qe siempre intento obedeser como a una inspirasión dibina, rresolbí adoptar de un día para el otro la ortografía sarmientina, aqella qe Sarmiento —el gran rompeuebos del siglo XIX— abía propuesto en 1843. Desde luego no es la primera bes qe se interbiene por la fuersa la ortografía, pero sí una de las primeras ocasiones —creo…— en qe la interbensión tiene como esenario las rredes sociales, i en espesial Twitter, donde la materia prinsipal está compuesta de palabras. El caso de Chulengol es marabilloso i ejemplar, i como éste ai sentenares —nunca la lengua sufrió tantas modificasiones espontáneas como en esta era—, pero casi siempre se trata del rremedo paródico de un sosiolecto. Mi intensión es esactamente la opuesta.

Aunqe la sola perplejidad —propia i ajena— ubiera sido rrecompensa sufisiente para el deseo qe me animaba al principio, cada bes más, con el correr de los días, empieso a adbertir una sierta complejidad en los efectos de mi inosente terrorismo, qe son 1) inmediatos: la modificasión estructural qe supone adoptar una ortografía diferente confiere a las palabras una fuersa de choqe casi inbasiba, perceptible a simple bista (con la bista), anterior incluso a la disposisión boluntaria a leer el twit (qe en todos los casos traté de qe no se biera afectado de forma directa en su significado: twitear lo mismo cambiando solamente la ortografía). Esta birulensia como de proyectil se be rreforsada por el modo en qe Twitter distribuye el contenido, sacándolo a menudo de los límites del propio timeline. Lo qe nos lleba al segundo punto: 2) la birtual perennidad de su impacto. A diferensia de otros modos de inchar las pelotas, qe se agotan en el mismo instante en qe son ejecutados (ésa es su esensia), la fuersa de choqe de la ortografía sarmientina es en sierto sentido inagotable, pues sólo podría desbaneserse bolbiéndose conbensión, i esto es prácticamente imposible, salbo en un sírculo mui serrado (i Twitter, insisto, impide esta posibilidad). Deberíamos acostumbrarnos a escribir i a leer de esta manera para qe perdiera su potensia, para qe ya no demande ningún tipo de esfuerso, i a no ser qe la rreforma se aga ofisial —como qería Sarmiento— eso nunca susederá.

A su bes, la esperiensia empiesa a serbir para poner de manifiesto aspectos del lenguaje qe si bien an sido i son bastamente estudiados, el Ábito tiende a aser olbidar. Por un lado, el carácter arbitrario i en última instansia político de la ortografía, qe los debates alrrededor del lenguaje inclusibo pusieron sobre el tapete. La desisión de tomar la rreforma de Sarmiento en bes de inbentar una ortografía cualqiera, de rrecurrir al trabajo arqeolójico a fin de traer al presente un sistema pensado en 1843, tiene el objetibo de iluminar consigientemente las discusiones qe en aqel momento abían constituido su rasón de ser, o sea, los motibos qe abían instado a Sarmiento a proponerla: su consepsión de la lengua como una de las grandes bases de la democratisasión liberal i su rrechaso a todo tipo de pedantería clasista (asosiada a la dominasión colonial) contenida en él. Más allá de la ecsacta posisión ideolójica qe espresaran su declarado americanismo, su ispanofobia i su crítica burlona a la cultura falsamente rrefinada de los ombres i mujeres “encumbrados” de su tiempo, lo indudable es qe se trata de una posisión eminentemente política, encarnada en una política de la lengua.

No ubiera sido nesesario rremontarse tantos siglos atrás: qe la lengua es uno de los pilares de la Norma, i qe la Norma es el instrumento por ecselensia del Poder, es un estribillo rrepetido asta el cansansio… qe siempre merese ser entonado de buelta. Basta obserbar el interminable llanto qe se apodera de la patrulla anti-lenguaje inclusibo tan pronto como rrejistra una “e” para confirmar el lado esensialmente político de la normatiba linguística, i por supuesto del feminismo. Con todo, ai feministas entre los numerosos usuarios qe se toman a pecho el rrol disiplinador —qe la Norma sabe estimular— i ponen el grito en el sielo al adbertir los horrores (sic) de ortografía. Algunos incluso me enbian DMs, como para aorrarme la berguensa de un señalamiento público. Creo qe aun entre los sectores más “formados” la obediensia a las rreglas linguísticas es mucho más siega qe a otras ramificasiones de la Norma. En siertos sírculos (qe no siempre me escluyen) cometer un “horror” ortográfico o de conjugasión al ablar eqibale a tirarse un pedo o tener entre los dientes un pedaso de orégano. I el desmesurado orror a la pobresa rretórica del presidente qe comparte gran parte del «progresismo» se encuadra, creo, dentro de esta bisión conserbadora i elitista.

Lo otro qe aspiro a qe salga a la lus es la dimensión plástica de la lengua, aparentemente obia desde el momento en qe se abla de una grafía, de una marca gráfica, pero olbidada a causa de la preponderansia de la funsión transitiba en el lenguaje cotidiano usado como instrumento de rrepresentasión de ideas u objetos. Este echo, qe muchos señalaron de forma significatiba al acusar “dolor de ojos”, se buelbe patente sólo una bes superada la interpretasión semiótica de las faltas de ortografía, qe be en ellas nada más qe el signo de sierto tipo de ignoransia qe es nesesario rreparar, poner en ebidensia o condenar. Esta lectura normatiba de lo correcto i lo incorrecto qeda inbalidada desde el momento en qe mis “faltas” se asumen como boluntarias: entonses pasan a significar algo más. Anulando la transitibidad rremiten con biolensia al otro plano del signo: el de los significantes. Palabras como eterojeneidad muestran un rostro estraño: produsen eso, estrañesa, o estrañamiento, para usar un término más adecuado a mis fines. I entonses el significado también sufre, por contiguidad, por contacto con las bibrasiones del temblor, algún tipo de desorden.

Esto es una esperiensia, no un mero esperimento. Nunca como aora abía disfrutado del delisioso plaser qe se obtiene de la subbersión, por mínima qe sea, de un orden establesido. Sé qe la rrebeldía está asosiada oi a una decadente actitud punk, mui cringe; junto con otras palabras qe an corrido la misma desoladora suerte, al estilo de “libertario”. Eso fue porqe se abusó del término, se lo pretendió emplear como justificatibo de acsiones en absoluto rrebeldes i, por último, se conbirtió en un fetiche más del mercado. La palabra “rebeldía” también a mí me da náuseas.

I sin embargo me es fuersa confesar qe paso rratos de enorme ecsitasión biolando las rreglas qe toda mi bida me acostumbré a cultibar con método, biendo naser sobre las rruinas de palabras demasiado gastadas monstruos sensuales, liberados del yugo sibilisador de la insípida hache (pura norma sin sonido). También confieso qe amo la i, qe coordina sin pegotear, i esa jota tan salbaje, ai… me conduse al frenesí. Oigo rrujir a una lengua bigorosa, i en cada u qe suprimo siento desatarse una enerjía irreprimible, como la qe surje de la fisión nuclear. Contra la coersión de un montón de rrepresentantes ad honorem de la Lei i de la inersia uniformadora i gris del Ábito, ecstraigo de las tímidas puñaladas —imperseptibles sin duda— qe infiero al enorme cuerpo burocrático de la lengua el gose perberso de la destrucsión —nesesariamente efímera— de la cultura. ¿No son éstas sufisientes rasones? Ai qe segir.

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