El Capitán del Espacio ha trascendido los límites del bien de consumo y se ha convertido en la materia prima, como la soja o el petróleo, de un circuito de industrias subsidiarias: cerveza de Capitán del Espacio, helado de Capitán del Espacio, también remeras de Capitán del Espacio (materia prima simbólica, digamos). Y este sector productivo se expande cada día más: la competencia estimula la imaginación, como dándole la razón a los teóricos del capitalismo ortodoxo, y aparecen derivados cada día más complejos.
Matías Jurisich es uno de los cantineros rosarinos de mayor renombre y es, además, productor de su propio vermut artesanal —el sueño del pibe hipster—, el vermut Pichincha. Mezcla de chef creativo y científico loco, recientemente dio a conocer los resultados de un osado experimento: almíbar de Capitán del Espacio. “Porque sí, para buscar un nuevo sabor”, explicó al ser consultado por este medio.
—Compré el alfajor en Villa Crespo y lo guardé hasta Rosario. Estaba buscando nuevos sabores para cócteles invernales. Noté que en la alacena había zapallo, canela, anís, chocolate, coco y naranjas. Pero antes de construir un nuevo sabor desde cero, pensé: si el alfajor ya viene con esencias de cítricos y tiene materia grasa, ¿por qué no disolver todo en un salsa que después se pueda usar en un cóctel? Prendí el fuego, desarmé el alfajor y lo llevé a cocción con agua y azúcar.
Así, Matías Jurisich ofrece una nueva corroboración de la teoría del eterno retorno, si se tiene en cuenta que la versión del Asno de Oro (texto del siglo II d. C.) atribuida a López de Cortegana traduce la expresión latina vinum nectaris como “vino de alfajor”, una especie de antiguo elixir que los estudiosos han asociado al hipocrás.
La preparación del almíbar del Capitán del Espacio, sin embargo, es más terrenal: “A un alfajor simple le corresponden 150 cc de agua y 100 gramos de azúcar. Luego, en una cacerolita se pone el alfajor desgranado. Se agrega el agua y el azúcar. Cuando rompe el hervor, se deja la preparación a baja temperatura para que se concentre la mezcla”. Jurisich asegura que siguiendo esta receta, el almíbar “queda buenísimo, con aroma a torta de manteca, notas de cacao amargo y lemongrass. Y en boca obviamente es más cremoso que un almíbar tradicional”.
Al almíbar, desde luego, pueden dársele diferentes usos, empezando por la ingestión directa, sin más intermediarios. Pero Jurisich lo ha promovido a una etapa superior y ha creado, sobre esta base, el Capitán Martini Lebowski, un trago compuesto de 30 ml de almíbar, 45 ml de vodka, 15 ml de café y 15 ml de leche.
Llama la atención que un invento como éste se produzca a tanta distancia del centro único donde se fabrican los alfajores: Gran Canaria 350, Quilmes. Más todavía cuando se cae en la cuenta de que la mayor parte de los rosarinos ignora la existencia del secreto alfajor del sur. La razón del enigma hay que hallarla en la historia personal del cantinero. Porque Matías no nació en Rosario, sino que es oriundo de la localidad de Sarasa, en el límite de Buenos Aires con Santa Fe. Y como todo amante del Capitán del Espacio, lo conoció de chico. (Del mismo modo que nadie se hace hincha de un cuadro de fútbol de grande, nadie se hace fan del Capitán del Espacio siendo adulto). “Sarasa es un poblado rural de 70 habitantes. Cuando iba a la escuela había un almacén, una carnicería, una canchita de fútbol y muchas vacas y cerdos. La señora del negocio de ramos generales tenía solo dos alfajores: Capitán negro y Terrabusi blanco”.
Jurisich ha recibido fuertes críticas a raíz de la noticia. “¿La más dura? ‘Anthony Bourdain se colgó por vos’”. Pero el número de elogios ha sido aún mayor, y los ansiosos ya se preguntan cuál será el bar elegido para presentar el nuevo cóctel. Catador de alfajores se suma a la expectativa, y no puede menos que celebrar tan laudable creación.