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It’s a trap

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El prestigio de la marca, lo cheto que es el local (Directorio y Puan, más o menos), la tentadora variedad de gustos que tienen —frambuesa, glaseado, de chocolate blanco, de mousse—, la envoltura y el precio (sale lo mismo que el Cachafaz en un kiosco) me habían generado muchas ilusiones.

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60 gramos. Las calorías las desconozco.

Jugaban con mi corazón: el Rapanuí es una trampa. Y es que ¡a este alfajor le falta dulce de leche, mucho dulce de leche! Tiene una cantidad miserable. ¿A quién se le ocurre hacer algo así? Tanto esfuerzo hay que hacer para distinguirlo, que sentirle el gusto ya es una utopía.

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Qué miseria, che. Qué misera.

Sí, el chocolate semiamargo de la cobertura es, en efecto, amargo y muy bueno. Pero la cobertura no es tan gruesa ni tan crocante como para disimular la lamentable escasez de dulce de leche.

La galletita es una de las más originales que probé. Es húmeda, tiene mucha manteca y un gusto fino y muy notorio a almendra. Como masa es fantástica, ¿pero desde cuándo es ella la protagonista del alfajor? Incomprensible. En definitiva, tanta presencia de la galletita lo vuelve una masa seca.

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Conclusión: si es un amaretti bañado en chocolate lo que buscan, cómprense un Rapanuí. Si quieren un alfajor, ni duden en invertir toda esa plata en un Havanna o un Cachafaz.