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¿Alfajores? de mousse

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Permítaseme una pequeña digresión. Es que pasé por el supermercado y vi estos dos alfajores bastante más baratos que en los kioscos, y los compré y decidí reseñarlos. Si los alfajores de mousse pueden compararse con los alfajores tradicionales, si siquiera merecen el noble calificativo de “alfajores”, es una discusión que da para largo y que no abordaré aquí. El fundamentalismo es un tema difícil. Lo que sí me pareció indudable era que comparar un alfajor de mousse con uno de chocolate no tiene ningún sentido: no sólo el relleno es radicalmente distinto, sino que la galletita cumple otros fines, es mucho más dura. Por lo tanto, y al menos en lo que concierne a este blog, alfajores de mousse compiten entre sí, en una esfera aislada. Hay unos cuantos en el mercado, además. En esta ocasión confrontaré, pues, al Suchard con el Milka. Diferencias formales, a ver: el Suchard pesa 50 gramos y aporta 263 calorías, mientras que el Milka pesa 42 gramos y tiene 214 calorías. Advertirán al primer golpe de vista que el Milka tiene una forma extraña, como de objeto extraño proveniente del espacio. No sé por qué ocurrió, ya palpaba algo raro antes de abrirlo, pero no me animé a cambiárselo a la cajera del supermercado. Supongo que no serán todos así. Se parece un poco al labio inferior Bubba Gump.
Empecemos por el engendro éste, ya que estamos, y digamos antes que nada que se destaca por su chocolate. A diferencia del Suchard, su está bañado de genuino chocolate, nada de repostería. Y es el típico chocolate Milka con leche, marroncito, mucho más que el de su competidor, como verán. Su sabor resulta insoslayable en esta versión simple del alfajor. Es notable la diferencia que marca un chocolate genuino. En el resto de los aspectos, deja bastante que desear. Hay algo en la galletita del Milka que está bastante mal; no sé bien qué es, pero al masticarlo es como si consistiera en pequeños granitos que explotan, y la sensación no es nada buena. Exagerando, diría que se parece un poco a masticar arena. El gusto no está mal, es bastante dulce, pero poco importa. Llama demasiado la atención. Y el mousse, por su parte, no pasa de la mediocridad. Da la sensación de que subestimaron un tanto el gusto del cliente; el mousse es dulzón, pero nada más. ¡El mousse tiene que ser amargo, señores! Se asemeja bastante al de los Jorgito violetas, los que vienen de a seis, en versiones pequeñitas. Es rico, por supuesto, pero no bueno.
En cambio el Suchard, como cabía esperar, resulta ser un poco más profundo, sutil, sin ser tampoco nada de otro mundo. Pero ya desde su morfología se distancia del Milka: es un alfajor bello, firme, proporcionado. Da gusto verlo, y eso sin mencionar su envoltorio, que es uno de los mis preferidos (en cambio, el del Milka no sólo es horrible sino que además está como desenfocado). El baño de repostería, a pesar de ser de repostería, es evidentementeamargo, y su mousse, también amargo, es más abundante y sabroso. No me termina de convencer su consistencia, acaso un tanto resbalosa, pero éste es un defecto del mousse en general, creería. Su galletita es de las mejores que probé hasta ahora: amarga, discreta, bien integrada.
Es mejor el Suchard, en definitiva, pero de todas formas, ambos alfajores expresan, voluntariamente, sabores distintos. Las diferencias que existen entre el chocolate amargo y el chocolate con leche se extienden al Suchard y al Milka, en todos sus aspectos. Cuestión de gustos, dijo una vieja y se sentó en un hormiguero a mirar el horizonte clavándose un Guaymallén.

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